Todo vuelve a la normalidad. Después de
unos días de resaca festiva, con la gente luciendo su camiseta roja y el mundo
entero dedicándole por tercera vez consecutiva palabras de reconocimiento a
España, en unos días pasaremos del país unido por su selección al país de nuevo
dividido en dos.
Volverá la España de Mourinho y la España antimourinhista,
que no Guardiolista, porque Pep ya no está y a Tito aún hay que verle en
acción. Esa España que pelea con la otra por autoproclamarse la genuina, la
buena y la que encarna ese estilo y esos valores que cada dos años y durante
mes y medio nos apuntamos todos, olvidándonos de las grescas que hemos
mantenido a lo largo de la temporada y de las veces que hemos dudado de ellos.
Porque ni en los momentos más maravillosos e históricos nos
olvidamos de nosotros mismos, de nuestra esencia, de lo que nos identifica de
verdad. Vicente del Bosque lo expresó perfectamente durante la Eurocopa:
"Hemos pasado de pobres a ricos muy rápido". Hemos hecho historia
ganando un triplete que nunca nadie logró y lo hemos hecho no sólo superando a
grandes rivales, sino también a nuestra propia forma de pensar, muchas vecesautodestructiva y limitada.
España comenzó la preparación para la Eurocopa la última de
todas, con diez días de retraso y a ocho de su debut. Lo hizo con unos
jugadores reventados y sin poder contar con la mitad de los que iban a ser
titulares porque se jugaba una final de Copa. Con todo eso partía como favorita
por ser defensora del título, campeona del Mundo y el equipo a batir por su
estilo y su nivel, con la presión añadida que ello conlleva. Sólo el hecho de
ser consciente de que ningún equipo en la historia del fútbol había logrado
encadenar tres éxitos consecutivos debe entenderse ya como un ladrillo que sólo
podía pesar en la cabeza de los españoles, ya que ninguna otra selección partía
desde su perspectiva.
A toda esa situación se le añadió el tradicional debate al
que se vio sometido el seleccionador (que va en el puesto, pero que hay que
aguantarlo) a la hora de dar la lista definitiva. No hay recuerdos de
selecciones que hayan tenido que convocar jugadores de relleno para preparar un
torneo sabiendo que no iban a ir después. Del Bosque tuvo que lidiar con los
partidarios de Torres, los de Soldado, los de Negredo, los de Adrián o los de
Raúl. Tuvo que aguantar los ataques a Albiol y considerar a los partidarios de
Juanfran. Y tuvo que juntar todas esas ideas en su cabeza siendo plenamente
consciente de que, hiciera lo que hiciera, medio país iba a estar en desacuerdo
con él.
Todo esto, además,
sin poder contar con dos jugadores titulares, uno de los cuales es el máximo
goleador de la historia de la selección y el hombre que hizo seis de los nueve
goles que España marcó en el pasado Mundial, ganando, gracias a ellos, cuatro
de los siete partidos que se ganaron.
Sumemos todos estos factores, pongámonos en la piel del
seleccionador, escojamos un equipo doblemente campeón en los últimos cuatro
años a pesar de todo y pongámonos manos a la obra. El debut es contra un equipo que ha ganado
cuatro Mundiales y que es correoso y competitivo aun en sus peores momentos, Italia.
Sin el mencionado goleador, cuyos números demuestran que, en mayor o
menor medida y por mucho que se juegue como los ángeles la selección depende de
sus goles, un técnico que ha conseguido ganar un Mundial por primera vez en la
historia de un país decide jugar sin delanteros. Y lo argumenta, dando sus
razones de por qué lo prefiere así.
El partido, como todo debut, es complicado. Pero aun con
momentos de peor juego que Italia se consigue empatar. Repito, empatar contra Italia, cuatro veces campeona del Mundo, no perder, en un primer partido de un
torneo al que se llega casi sin preparación. ¿Y qué recibe el seleccionador a
cambio? Palos y más palos.
Esto se repetirá en tres de los cinco partidos que quedan,
ninguno perdido, por cierto. La contundente victoria sobre Irlanda en el
segundo choque (4-0) es recibida por la opinión pública como algo normal,
teniendo en cuenta el nivel del rival, por lo que la sensación es que no
cuenta. Y las críticas, por una u otra cuestión, llegarán en las victorias ante
Croacia en el tercer partido (0-1), Francia en cuartos de final (2-0) y
Portugal en semifinales (2-4 en penaltis).
Sólo algunos datos más para que el lector se vaya haciendo
una idea: Las críticas llegaron en un partido en el que España se jugaba la
clasificación y el primer puesto de su grupo contra un equipo serio que también
había sido capaz de empatar con Italia y después de días de acusaciones sobre
si se iba a pactar el resultado con los croatas; En un partido de cuartos de
final contra Francia, selección señalada como una de las favoritas y a la cual
nunca habíamos ganado en partido oficial; Y contra Portugal, otra de las
selecciones fuertes del torneo y en unas semifinales de Eurocopa, donde se
supone que uno no se va a encontrar precisamente malos equipos.
¿Y qué criticas son esas? A saber: Nula profundidad al jugar
sin un delantero centro, lentitud en el juego, posesión estéril, falta de
sorpresa arriba al jugar con dos medios centros y algunas más, según el partido
y el momento. En el apartado individual, Fernando Torres y Arbeloa se llevaban
la palma de comentarios sobre su bajo rendimiento. Y sobre el seleccionador,
bastantes. La falta de visión a la hora de realizar cambios y la tardanza en
éstos eran de las más recurrentes.
A raíz de estas críticas, ha sido muy frecuente leer o
escuchar sobre Vicente del Bosque la opinión de que España gana con él porque
los jugadores son muy buenos, pero que precisamente él es la causa de que el
equipo no de más rendimiento. Que sin él se haría aún más, vamos.
Llegados a este punto, la pregunta es: ¿Qué hay más que
hacer cuando se ganan un Mundial y una Eurocopa? Francamente, la respuesta es
difícil de encontrar. Lo que sí se explica haciendo un razonamiento lógico y
atendiendo a cómo se piensa sobre fútbol en este país, es el hecho de que a los
que vierten todo este tipo de críticas les ha resultado muy sencillo borrar por
completo de su memoria que en estas fechas, hace por ejemplo ocho años, en
2004, España vivía un verano post-Eurocopa en el que la selección se había
marchado para casa en la fase de grupos después de ganar por 1-0 y sufriendo a
Rusia, empatar 1-1 con Grecia (a la postre sorprendente campeona) y perder 1-0
con Portugal, anfitriona. Y eso era, más o menos, lo normal.
A lo bueno se acostumbra uno muy rápido (nos hacemos ricos,
que diría el Marqués Don Vicente), pero el peor error que se puede cometer es
mezclar esa transformación, que no tiene por qué ser mala, con la negación del
camino por el que ha venido.
Y no tiene por qué ser mala porque esta Eurocopa
nos lo ha demostrado. Ha sido un campeonato en el que España, que ya enseñó a
todos como juega, ha enseñado ahora a todos que, cuando el fútbol y los
adversarios te conocen y no te permiten jugar a tu modo, sabe competir. ¡SABE
COMPETIR! Esas palabras que Luis Aragonés repetía cuando accedió al cargo de
seleccionador y a las que muchos no daban importancia. España ha ganado esta
Eurocopa desde la supervivencia en muchos momentos, siendo consciente de que
las circunstancias no le eran favorables por numerosos motivos (físicos, de
juego, de jugadores), pero poniéndose el mono de trabajo, luciendo estrella, trabajando
desde la defensa y esperando unas condiciones favorables para atacar. Esas
estrategias que, en otros momentos, sentados en el sofá de nuestra casa y ya
eliminados, le veíamos a otros equipos ganadores y comentábamos "fíjate qué
mal lo están pasando, pero al final ganarán, porque siempre están ahí". Y
ahora, nosotros, juguemos bien, regular o mal, estamos ahí.
España ha tenido que aguantar una opinión pública que, si se
escuchaba con detenimiento, podía dar lugar a pensar que la Eurocopa y el
Mundial se ganaron goleando a todas las selecciones que se nos pusieron por
delante, cuando eso es mentira. La Eurocopa 2008 se logró ganando a Suecia por
2-1 en el último minuto del descuento o derrotando a Italia por penaltis; El
Mundial se consiguió después de perder el primer partido con Suiza (y ahora se
criticó un empate con Italia, repito) y ganando en octavos, cuartos,
semifinales y final por 1-0 y sufriendo. ¿Por qué ahora se exigía tanto? El
mejor ejemplo de cómo cambian las cosas en la mente de la gente cuando se
logran los éxitos y pasa el tiempo es el de la Francia de Zidane, aquella
campeona del Mundo en 1998. Un equipo que casi todo el mundo recuerda como
magnífico. Pues bien; Francia las pasó canutas para ganar en 'su' Mundial a
Paraguay en octavos de final (1-0 en la prórroga). Eliminó a Italia por
penaltis y empezó perdiendo en semifinales ante Croacia, momento en el que
Thuram, un defensa que no había marcado un gol en su vida, hizo dos para
remontar. Luego, eso sí, Francia le dio un repaso a la Brasil de Ronaldo,
Rivaldo, Romario y compañía en la final (3-0) y todos se quedaron sólo con eso.
Como ahora, días después de machacar a los italianos, todos
lucen su camiseta de la selección y se dan golpes en el pecho. Nadie se acuerda
del falso 9 o de los sudores viendo a Casillas salvarnos ante Croacia de irnos
para casa. ¿Para qué? Es mejor recordar sólo la final y, cuando lleguemos a
Brasil 2014 exigir que se golee a todos los rivales porque "en la Eurocopa
jugábamos mejor", criticar todo lo que no nos guste, despreciar a un
entrenador campeón de Europa y del Mundo y decir que sin él se conseguirían
mejores resultados.
Dicho todo esto, en un Post antes de la Eurocopa afirmábamos
que había que posicionarse antes de la misma si alguna decisión del entrenador
no gustaba, para no ser ventajistas. Sigo pensando que Torres no merecía ir a
la Eurocopa y que Pedro tampoco había hecho méritos, a pesar de que ambos han
sido importantes. Y sigo pensando que Adrián o Raúl deberían haber tenido
opciones, pero precisamente por eso no soy seleccionador, ni me atrevería a
serlo.
No hay nada malo en
criticar. De hecho, el propio Del Bosque considera las críticas como positivas,
porque generan debate. Pero una cosa es criticar y otra bien distinta
minusvalorar a los nuestros; Dejar de creer en quienes nos han hecho grandes,
no darles siquiera el beneficio de equivocarse, de cometer errores. Incluso de
perder. ¿Qué pasará cuando perdamos?
La primera Eurocopa fue la de nuestro despertar. El Mundial
confirmó que éramos los mejores. Esta Eurocopa nos alza hasta convertirnos en
uno de los equipos más grandes de la historia, si no el mejor. Me gustaría que
quizá nos haya enseñado también a medir el valor y el esfuerzo de los éxitos y las derrotas.