jueves, 5 de julio de 2012

Euro 2012: España debe aprender de las victorias



Todo vuelve a la normalidad. Después de unos días de resaca festiva, con la gente luciendo su camiseta roja y el mundo entero dedicándole por tercera vez consecutiva palabras de reconocimiento a España, en unos días pasaremos del país unido por su selección al país de nuevo dividido en dos.

Volverá la España de Mourinho y la España antimourinhista, que no Guardiolista, porque Pep ya no está y a Tito aún hay que verle en acción. Esa España que pelea con la otra por autoproclamarse la genuina, la buena y la que encarna ese estilo y esos valores que cada dos años y durante mes y medio nos apuntamos todos, olvidándonos de las grescas que hemos mantenido a lo largo de la temporada y de las veces que hemos dudado de ellos.

Porque ni en los momentos más maravillosos e históricos nos olvidamos de nosotros mismos, de nuestra esencia, de lo que nos identifica de verdad. Vicente del Bosque lo expresó perfectamente durante la Eurocopa: "Hemos pasado de pobres a ricos muy rápido". Hemos hecho historia ganando un triplete que nunca nadie logró y lo hemos hecho no sólo superando a grandes rivales, sino también a nuestra propia forma de pensar, muchas vecesautodestructiva y limitada.

España comenzó la preparación para la Eurocopa la última de todas, con diez días de retraso y a ocho de su debut. Lo hizo con unos jugadores reventados y sin poder contar con la mitad de los que iban a ser titulares porque se jugaba una final de Copa. Con todo eso partía como favorita por ser defensora del título, campeona del Mundo y el equipo a batir por su estilo y su nivel, con la presión añadida que ello conlleva. Sólo el hecho de ser consciente de que ningún equipo en la historia del fútbol había logrado encadenar tres éxitos consecutivos debe entenderse ya como un ladrillo que sólo podía pesar en la cabeza de los españoles, ya que ninguna otra selección partía desde su perspectiva.

A toda esa situación se le añadió el tradicional debate al que se vio sometido el seleccionador (que va en el puesto, pero que hay que aguantarlo) a la hora de dar la lista definitiva. No hay recuerdos de selecciones que hayan tenido que convocar jugadores de relleno para preparar un torneo sabiendo que no iban a ir después. Del Bosque tuvo que lidiar con los partidarios de Torres, los de Soldado, los de Negredo, los de Adrián o los de Raúl. Tuvo que aguantar los ataques a Albiol y considerar a los partidarios de Juanfran. Y tuvo que juntar todas esas ideas en su cabeza siendo plenamente consciente de que, hiciera lo que hiciera, medio país iba a estar en desacuerdo con él.

Todo esto, además, sin poder contar con dos jugadores titulares, uno de los cuales es el máximo goleador de la historia de la selección y el hombre que hizo seis de los nueve goles que España marcó en el pasado Mundial, ganando, gracias a ellos, cuatro de los siete partidos que se ganaron.

Sumemos todos estos factores, pongámonos en la piel del seleccionador, escojamos un equipo doblemente campeón en los últimos cuatro años a pesar de todo y pongámonos manos a la obra.  El debut es contra un equipo que ha ganado cuatro Mundiales y que es correoso y competitivo aun en sus peores momentos, Italia. Sin el mencionado goleador, cuyos números demuestran que, en mayor o menor medida y por mucho que se juegue como los ángeles la selección depende de sus goles, un técnico que ha conseguido ganar un Mundial por primera vez en la historia de un país decide jugar sin delanteros. Y lo argumenta, dando sus razones de por qué lo prefiere así.

El partido, como todo debut, es complicado. Pero aun con momentos de peor juego que Italia se consigue empatar. Repito, empatar contra Italia, cuatro veces campeona del Mundo, no perder, en un primer partido de un torneo al que se llega casi sin preparación. ¿Y qué recibe el seleccionador a cambio? Palos y más palos.

Esto se repetirá en tres de los cinco partidos que quedan, ninguno perdido, por cierto. La contundente victoria sobre Irlanda en el segundo choque (4-0) es recibida por la opinión pública como algo normal, teniendo en cuenta el nivel del rival, por lo que la sensación es que no cuenta. Y las críticas, por una u otra cuestión, llegarán en las victorias ante Croacia en el tercer partido (0-1), Francia en cuartos de final (2-0) y Portugal en semifinales (2-4 en penaltis).

Sólo algunos datos más para que el lector se vaya haciendo una idea: Las críticas llegaron en un partido en el que España se jugaba la clasificación y el primer puesto de su grupo contra un equipo serio que también había sido capaz de empatar con Italia y después de días de acusaciones sobre si se iba a pactar el resultado con los croatas; En un partido de cuartos de final contra Francia, selección señalada como una de las favoritas y a la cual nunca habíamos ganado en partido oficial; Y contra Portugal, otra de las selecciones fuertes del torneo y en unas semifinales de Eurocopa, donde se supone que uno no se va a encontrar precisamente malos equipos.

¿Y qué criticas son esas? A saber: Nula profundidad al jugar sin un delantero centro, lentitud en el juego, posesión estéril, falta de sorpresa arriba al jugar con dos medios centros y algunas más, según el partido y el momento. En el apartado individual, Fernando Torres y Arbeloa se llevaban la palma de comentarios sobre su bajo rendimiento. Y sobre el seleccionador, bastantes. La falta de visión a la hora de realizar cambios y la tardanza en éstos eran de las más recurrentes.

A raíz de estas críticas, ha sido muy frecuente leer o escuchar sobre Vicente del Bosque la opinión de que España gana con él porque los jugadores son muy buenos, pero que precisamente él es la causa de que el equipo no de más rendimiento. Que sin él se haría aún más, vamos.

Llegados a este punto, la pregunta es: ¿Qué hay más que hacer cuando se ganan un Mundial y una Eurocopa? Francamente, la respuesta es difícil de encontrar. Lo que sí se explica haciendo un razonamiento lógico y atendiendo a cómo se piensa sobre fútbol en este país, es el hecho de que a los que vierten todo este tipo de críticas les ha resultado muy sencillo borrar por completo de su memoria que en estas fechas, hace por ejemplo ocho años, en 2004, España vivía un verano post-Eurocopa en el que la selección se había marchado para casa en la fase de grupos después de ganar por 1-0 y sufriendo a Rusia, empatar 1-1 con Grecia (a la postre sorprendente campeona) y perder 1-0 con Portugal, anfitriona. Y eso era, más o menos, lo normal.

A lo bueno se acostumbra uno muy rápido (nos hacemos ricos, que diría el Marqués Don Vicente), pero el peor error que se puede cometer es mezclar esa transformación, que no tiene por qué ser mala, con la negación del camino por el que ha venido

Y no tiene por qué ser mala porque esta Eurocopa nos lo ha demostrado. Ha sido un campeonato en el que España, que ya enseñó a todos como juega, ha enseñado ahora a todos que, cuando el fútbol y los adversarios te conocen y no te permiten jugar a tu modo, sabe competir. ¡SABE COMPETIR! Esas palabras que Luis Aragonés repetía cuando accedió al cargo de seleccionador y a las que muchos no daban importancia. España ha ganado esta Eurocopa desde la supervivencia en muchos momentos, siendo consciente de que las circunstancias no le eran favorables por numerosos motivos (físicos, de juego, de jugadores), pero poniéndose el mono de trabajo, luciendo estrella, trabajando desde la defensa y esperando unas condiciones favorables para atacar. Esas estrategias que, en otros momentos, sentados en el sofá de nuestra casa y ya eliminados, le veíamos a otros equipos ganadores y comentábamos "fíjate qué mal lo están pasando, pero al final ganarán, porque siempre están ahí". Y ahora, nosotros, juguemos bien, regular o mal, estamos ahí.


España ha tenido que aguantar una opinión pública que, si se escuchaba con detenimiento, podía dar lugar a pensar que la Eurocopa y el Mundial se ganaron goleando a todas las selecciones que se nos pusieron por delante, cuando eso es mentira. La Eurocopa 2008 se logró ganando a Suecia por 2-1 en el último minuto del descuento o derrotando a Italia por penaltis; El Mundial se consiguió después de perder el primer partido con Suiza (y ahora se criticó un empate con Italia, repito) y ganando en octavos, cuartos, semifinales y final por 1-0 y sufriendo. ¿Por qué ahora se exigía tanto? El mejor ejemplo de cómo cambian las cosas en la mente de la gente cuando se logran los éxitos y pasa el tiempo es el de la Francia de Zidane, aquella campeona del Mundo en 1998. Un equipo que casi todo el mundo recuerda como magnífico. Pues bien; Francia las pasó canutas para ganar en 'su' Mundial a Paraguay en octavos de final (1-0 en la prórroga). Eliminó a Italia por penaltis y empezó perdiendo en semifinales ante Croacia, momento en el que Thuram, un defensa que no había marcado un gol en su vida, hizo dos para remontar. Luego, eso sí, Francia le dio un repaso a la Brasil de Ronaldo, Rivaldo, Romario y compañía en la final (3-0) y todos se quedaron sólo con eso.

Como ahora, días después de machacar a los italianos, todos lucen su camiseta de la selección y se dan golpes en el pecho. Nadie se acuerda del falso 9 o de los sudores viendo a Casillas salvarnos ante Croacia de irnos para casa. ¿Para qué? Es mejor recordar sólo la final y, cuando lleguemos a Brasil 2014 exigir que se golee a todos los rivales porque "en la Eurocopa jugábamos mejor", criticar todo lo que no nos guste, despreciar a un entrenador campeón de Europa y del Mundo y decir que sin él se conseguirían mejores resultados.

Dicho todo esto, en un Post antes de la Eurocopa afirmábamos que había que posicionarse antes de la misma si alguna decisión del entrenador no gustaba, para no ser ventajistas. Sigo pensando que Torres no merecía ir a la Eurocopa y que Pedro tampoco había hecho méritos, a pesar de que ambos han sido importantes. Y sigo pensando que Adrián o Raúl deberían haber tenido opciones, pero precisamente por eso no soy seleccionador, ni me atrevería a serlo.

No hay nada malo en criticar. De hecho, el propio Del Bosque considera las críticas como positivas, porque generan debate. Pero una cosa es criticar y otra bien distinta minusvalorar a los nuestros; Dejar de creer en quienes nos han hecho grandes, no darles siquiera el beneficio de equivocarse, de cometer errores. Incluso de perder. ¿Qué pasará cuando perdamos?

La primera Eurocopa fue la de nuestro despertar. El Mundial confirmó que éramos los mejores. Esta Eurocopa nos alza hasta convertirnos en uno de los equipos más grandes de la historia, si no el mejor. Me gustaría que quizá nos haya enseñado también a medir el valor y el esfuerzo de los éxitos y las derrotas.