Jueves, 14 de Junio. 18:00pm. El verdadero viaje empieza cuando ya ataviados con
camiseta, bandera y bufanda de España (y en mi caso con un gorro de Guinness de
San Patricio para confraternizar), salimos del Albergue rumbo al Estadio. No
tardamos en abordar una marea humana, principalmente irlandesa, que se dirige
cantando, cerveza en mano, hacia Gdansk Glowny. De repente, un irlandés me
abraza como si nos conociéramos de toda la vida y después me pregunta que qué
espero del partido. "Vamos a ganar, pero también a pasarlo bien,
¿no?". No hay que ser descortés. Todos nos dicen amistosamente que somos
un equipazo. Pero sin duda, la llave que nos abrirá todas las puertas de ahora
en adelante a la hora de hablar con los irlandeses es mi camiseta de Iniesta,
que despierta una y otra vez el mismo cántico en la hinchada rival: "He
plays on the left, he plays on the right; Andrés Iniesta is fucking
shite!" No penséis que va con maldad; Llamar mierda a Iniesta sólo es
parte del ambiente festivo entre aficiones, que será la nota dominante de toda
la tarde y la noche. Ni un sólo incidente.
La travesía hasta el Arena Gdansk resulta ser una pequeña Odisea a la vez
que divertidísima; Odisea por la cantidad de gente, que abarrota trenes y
autobuses y no deja arrancar a los tranvías por puro colapso de las puertas en
Gdansk Glowny, pero llena a la vez de juerga, cánticos, buen rollo y mucha
charla con los irlandeses, que superan con mucho numéricamente a los españoles.
Nacho y yo intentamos coger un tren, que parece ser más rápido y directo, pero
es imposible. Finalmente optamos por el tranvía ya conocido, que logramos coger
después de un buen rato de caos y algún que otro momento de tensión en el andén
(tenéis el vídeo más abajo). Ya dentro y apretados como sardinas en lata, mi
amigo graba como puede un vídeo con su móvil mientras un español nos agarra del
hombro para intentar cantar más alto que ellos. "¡Somos campeones de
tooooooooooooooooodooo!". Batalla perdida. Su "Stand up for the boys
in Green", aderezado con puñetazos en el techo del tranvía es atronador.
19:45pm. La línea especial 60, que se supone que va al 'Stadion', nos deja
en una zona industrial a 20 minutos andando de nuestro destino. Seguimos
haciendo algún vídeo y cantando con la marea verde al tiempo que nos calamos,
pues lleva lloviendo de forma ininterrumpida desde que salimos. El acceso a los
exteriores del Arena Gdansk no es demasiado incómodo: Un par de controles de
seguridad y estamos dentro. No nos cuesta encontrar nuestra puerta de entrada,
así que aprovechamos para hacernos alguna foto con algún aficionado rival
(podéis ver todas las fotos en el álbum que he colgado), alguna otra al estadio
y entrar, justo a las 20:26pm, a 19 minutos del comienzo del partido.
Del partido no voy a hablar mucho porque doy por hecho que ya sabréis cómo
quedó. Un 4-0 da motivos para pasarlo bien, pero casi lo pasamos aún mejor
antes y después que durante el partido en sí. En una experiencia como esta,
podríamos decir que ver el encuentro sólo es una pequeña parte de todo lo que
vives y la excusa principal que envuelve los verdaderos motivos del viaje:
Encontrarte con gente de toda España, charlar con los aficionados del equipo
contrario, disfrutar de sus costumbres futboleras y sus canciones, enseñarles
las tuyas, sentirte embajador de todo ese buen rollo que el fútbol transmite a
la gente... No hubo casi un sólo instante durante el partido en el que
paráramos de animar, como no hubo un instante en el que la grada irlandesa
(prácticamente todo el estadio) parase de animar a los suyos, a pesar de ir
perdiendo. De eso deberíamos aprender bastante todos. Dejo algunos vídeos que
hice a vuestra disposición: La ceremonia previa, que por la tele parece una
tontería pero que en directo enciende a la gente porque es el preludio a la
tensión del partido; La salida de los equipos, los himnos nacionales y algún
vídeo más. Pero sin duda, el mejor es el último: A falta de pocos minutos del
final, toda la grada irlandesa empezó a cantar "The Fields of Athenry",
una canción popular del país que narra la historia de un joven deportado a
Australia por robar comida para su familia durante la hambruna de la patata que
asoló Irlanda en el Siglo XIX. Ahora, los hinchas la cantan en señal de
fidelidad a su equipo al final de cada encuentro. Fue tan emotivo que toda la
grada española se calló para disfrutar del momento y grabarlo con sus teléfonos
móviles. Hay pocas aficiones que demuestren tanto con tan poco como la
irlandesa, que a pesar de tener una selección pobre (sin ánimo de ofender)
desplaza más gente que cualquier otra en esta Eurocopa. Nos dejaron,
literalmente, sin palabras y con la sensación de que el fútbol es lo de menos.
Sólo pudimos aplaudir y aplaudir al final.
Después del partido decidimos tomarnos la vuelta al centro de Gdansk con
calma, pasando antes por la Fan Zone para echarle un vistazo, que resultó ser
decepcionante. Todo medio vacío. Diez minutos después de entrar, recién pasada
la medianoche, se nos comunica que cierran. ¿Dónde está esa fiesta de la que nos
habló la voluntaria? Regresamos a Gdansk Glowny, pero sólo encontramos un par
de pubs abarrotados de gente y bastante caros. Cuando ya pensamos que lo de la
parranda post partido es un bulo encontramos a la afición irlandesa de juerga
en los bares de la calle Dluga y en la Fuente de Neptuno (dato que despertará
sonrisas a los atléticos) situada en la Plaza del Mercado Largo, la parte más
antigua de la ciudad. Es entonces, con el alcohol haciendo mella, cuando más
amistosos y más agradables se ponen con nosotros. La mayoría nos da la mano o
nos abraza practicando el mismo discurso: "Sois el mejor equipo del mundo
y el mejor equipo que he visto en mi vida. Váis a ganar la Eurocopa otra
vez". Con picardía, mi amigo les promete que eliminaremos a Inglaterra en
cuartos por ellos, lo que les enciende el ánimo. Son también muchos los que
vienen a hablarme de lo maravilloso que les parece Iniesta cuando ven la
camiseta que llevo.
Uno de los momentos más graciosos de la noche llega cuando nos metemos por
una callejuela llena de discotecas. ¿Cuánto vale entrar? Las chicas gratis, por
supuesto...pero los chicos tienen que pagar bastante, así que pasamos. Es
entonces cuando dos polacas bastante perjudicadas por el alcohol nos abordan y
en 'modo lapa' nos piden encarecidamente que les regalemos nuestras banderas
españolas. Nacho me mira, ya que las dos son mías. No sé decir que no. Total,
están bastante viejas y una me la encontré. A cambio nos regalan sus bufandas
de la selección polaca y un beso en la mejilla cuando nos hacemos una foto para
inmortalizar el intercambio.
Después de tomar algo y charlar un poco sobre el partido con un par de irlandeses en un pub tranquilo, seguimos explorando la zona. Encontramos una plaza en la que se ha levantado una carpa de Heineken donde ofrecen comida y cerveza, justo lo que nos pide el cuerpo a esas horas de la noche. Pedimos un par de birras, unas salchichas con patatas fritas y nos aposentamos donde podemos, pues todos los sitios están abarrotados. Hay muy pocos españoles por la zona. Es entonces cuando un señor irlandés de una edad cercana o mayor que la de mi padre me hace señas con un tenedor lleno de carne con cebolla. Nacho alucina: "¿Te va a dar de comer? ¡Pero si no nos conocemos de nada!" Hace un gesto y me ofrece el cubierto como si fuese un bebé al que le estuvieran haciendo el avión, cosa que repetirá varias veces más tarde. Su mujer me aborda y me empieza a explicar que es un plato típico polaco. No se me ocurre más que decir que gracias y que está todo buenísimo. ¿Véis? Esto es lo que intentaba explicar sobre los irlandeses. No hay gente más amable y con tan poco pudor a la hora de hablar y compartir sus cosas con todo el mundo que ellos. Son increíbles.
Después de tomar algo y charlar un poco sobre el partido con un par de irlandeses en un pub tranquilo, seguimos explorando la zona. Encontramos una plaza en la que se ha levantado una carpa de Heineken donde ofrecen comida y cerveza, justo lo que nos pide el cuerpo a esas horas de la noche. Pedimos un par de birras, unas salchichas con patatas fritas y nos aposentamos donde podemos, pues todos los sitios están abarrotados. Hay muy pocos españoles por la zona. Es entonces cuando un señor irlandés de una edad cercana o mayor que la de mi padre me hace señas con un tenedor lleno de carne con cebolla. Nacho alucina: "¿Te va a dar de comer? ¡Pero si no nos conocemos de nada!" Hace un gesto y me ofrece el cubierto como si fuese un bebé al que le estuvieran haciendo el avión, cosa que repetirá varias veces más tarde. Su mujer me aborda y me empieza a explicar que es un plato típico polaco. No se me ocurre más que decir que gracias y que está todo buenísimo. ¿Véis? Esto es lo que intentaba explicar sobre los irlandeses. No hay gente más amable y con tan poco pudor a la hora de hablar y compartir sus cosas con todo el mundo que ellos. Son increíbles.
Llegamos ligeramente pasadas las cuatro al Albergue. Por el camino hemos
visto a un irlandés haciendo eses y caminando hacia ninguna parte, sólo.
"Quizá eso ya sea pasarse". Cuando nos tumbamos en la cama nos invade
el cansancio y el sueño, pero tenemos la sensación de haber vivido un día muy
especial. Aún no se acaba cuando, ya dormidos, alguien abre la puerta de la
habitación. Nos levantamos de un salto y en seguida escuchamos un
"sorry". Cierran la puerta. ¿Cualquiera puede abrir cualquier
habitación con su llave? Es lo que tienen los Albergues baratos. Ponemos un
sillón en la puerta para que nadie entre y seguimos durmiendo.
Abandonamos la habitación al día siguiente a eso de las once y pico de la
mañana. Las seis horitas de sueño han sentado muy bien. El avión de vuelta para
Barcelona El Prat sale a las 18:25 de la tarde, así que aprovechamos nuestras
últimas horas en Gdansk para recorrer el casco histórico y ver las calles con
la luz del día, hacer algunas compras de recuerdo y comer en un restaurante de
aspecto bastante pijo al lado del canal que conecta con el Atlántico. Pescado,
carne, postre, cerveza, café...comemos como Reyes y todo nos cuesta en total 96
Zlotys, unos 24 Euros. Esa misma comida en Madrid no la cataríamos por menos de
25 Euros cabeza y nos han dicho que los precios están inflados por la Eurocopa.
¡Hay que volver a Polonia! Pero somos conscientes de que la gran aventura se
acaba. Horas más tarde, ya en el avión de vuelta, tengo la sensación de haber
cumplido con un viaje que siempre quise hacer, pero que me quedo con ganas de
más. Y en cuatro años hay una Eurocopa en Francia, que coge cerquita de casa.
Hay que repetir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario